martes, 23 de febrero de 2010

Ser Antonia


La obstetra Graciela y el anestesista con cara de loco (pongámosle López) parecen en trance durante mi cesárea.

-¡¡¡Vamos López!! ¡¡Ahora!! Espere. ¡¡Vamos!! Pare. ¡¡Vamos López!! Espere. ¡¡Espere!! Empuje, vamos. ¡¡Ahora!! Espere. Espere, López.

El quirófano está cubierto de azulejos azules y es chico, cuatro por cuatro. Debe haber unas diez personas, entre enfermeros, médicos, ayudantes y mi hermano Jhony, presente en calidad de cirujano. La canción de Ricky Fort suena bajito en una radio mientras me colocan la peridural en la espalda.

I know you want me, you know I want you, I know you waaaant me, you know I want you...

-Qué raro es vivir este momento acordándome de alguien como Ricardo Fort -digo. Todos festejan mi excelente chiste: seguramente es mejor mantenerme tranquila.

Empieza la acción. Se me duerme la mitad del cuerpo, de la cintura para abajo. La otra mitad se pelotudiza. Me acuestan. Tiemblan manos y boca. Siento que me tocan la barriga, que me pasan trapos, pintan, limpian: no sé. Una sábana me tapa toda la escena. Sólo escucho. 20 minutos después empieza el trance de Graciela con López.

-¡¡¡Vamos López!! ¡¡Ahora!! Espere. ¡¡Vamos!! Pare. ¡¡Vamos López!! Espere. ¡¡Espere!! Empuje, vamos. ¡¡Ahora!! Espere. Espere, López.

Lo de López es un empujón con todo el peso de su cuerpo sobre mi panza, a la altura del esternón. Lo de Graciela es el intento de agarrar la cabeza de la beba desde la incisión que me hizo debajo de donde va la bombacha de la bikini. Una y otra veez. Tardan.

Antonia no quiere salir. Lleva 38 semanas en la panza; no 40, como se supone debe ser. Pero hay que sacarla igual. La colestasis empeoró y hay que sacarla.

Y Antonia sale. Y llora. La escucho. Yo también lloro, con ruido finito, desencajada.

Me la acercan envuelta en una sábana azul. Casi tan azul como ella.

-Hola bebita.

***

Hace dos semanas que Antonia es fuera de la panza. Dos semanas en las que las horas van en quinta, sin dormir, viendo crecer mis tetas llenas de leche. Chorrear leche. Dar leche. ¡Tanta leche! Escuchando a E., bobo, bobísimo, utilizando términos bobalicones: "beboncio", por ejemplo.

Y acá estamos, en casa, los tres, jugando a la casita. Mirándonos.

Porque todo es mirar. Mirar a Antonia, mirarnos entre nosotros. Mirar y mirar.

Ahora Antonia llora y se duerme a un ritmo cronometrado de unos dos minutos por vez sobre una especie de mini reposera: el "huevito". Lloriquea, se duerme; lloriquea, se duerme. Quiere teta. Más y más teta. Upa.

Me mira.

-Hola bebita.