miércoles, 23 de septiembre de 2009

Flash informativo


Tomo un taxi para sacar fotos de una instalación eléctrica. Debo pasar por la ruta, la ruta donde está la planta embotelladora en la que trabaja Esteban.

Mensaje de texto:

-Estoy a dos cuadras de la planta, en un taxi.

Paso de largo a 47 kilómetros por hora.

Contra el alambrado; jean azul, lentes, polar negro y rulos al viento, Esteban sonríe/saluda con la palma abierta.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Funebreros


Qué tipos interesantes, los funebreros.

Altos, flacos, de traje color "cremita", siempre rondan los 60 y tienen la amabilidad justa que amerita su puesto: una mezcla de congoja distante, seriedad y sonrisa de jubilado.

Son copados los funebreros, bah.

Hace algunas semanas, durante el velorio de mi abuelo, tuve por primera vez la oportunidad de circular por la ciudad en un coche fúnebre, uno de esos desde los que se puede ver a alguna que otra señora persignándose con la bolsa de los mandados.

¡Y vieran al funebrero! Silencioso y conversador; era él y nuestra circunstancia. No dijo ni mientras manejaba en las primeras cuadras, pero luego, con mi abuelo ya enterrado, escuchó que pocas horas antes me habían zampado una multa en el auto e intervino con oficio y preocupación verosímiles:

-Señorita, pida una constancia en nuestra oficina administrativa. Diga que estacionó frente a la casa velatoria porque es la nieta del fallecido. Se lo tomarán como válido en el Tribunal de Faltas, ya va a ver.

Hace pocos días volví a comprobar el carisma funebrero en otro sepelio, uno que no me tocaba directamente. Altos y flacos, estos tipos no dejaban de llamar mi atención.

Y hoy, otra vez.

Perdida, miope y sin encontrar la dirección de un local de elementos de riego, pasé por una casa velatoria, la más conocida de la ciudad. En la puerta estaba el funebrero: parecía un chorro de soda. Proactivo, me habló:

-Chica, qué busca. La noto perdida.
-Ah. Gracias. Un local de riego, patios y elementos por el estilo.
-Allá enfrente, mire.
-¡Muchas gracias, señor!

A la vuelta, pasé otra vez. A propósito.

-¿Y chica? ¿Cómo le fue? ¿Encontró el local?

Una vez más, la auténtica hidalguía funebrera, evidente.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Bueeeeeenassss


Bueeeeeenasss. Mucho gusto, encantado. Soy el bebé de la que suscribe, el de la foto. Mido diez centímetros y no sé si me llamo Antonia o Manolo. Habrá que ver lo que deciden mis padres. A propósito, no logro entender a esos dos. Mi mamá está muy sensible: llora cuando ve un árbol florecido, emula a una bailarina clásica en el living y llama a la Presidenta de la Nación "yegua de mierda", todo en la misma hora. Pero lo de mi papá es más raro. Apenas llega de trabajar se asoma por la ventana con una escopeta y le apunta a unos ratoncitos de nombre extraño, tucu-tucu, creo, que no superan el tamaño de su mano. Que no superan mi propio tamaño. Así las cosas, parece que está encantado con mi presencia. Entre otras cosas, creo, porque a mi mamá le han crecido las lolas. Dicen que el asunto de las tetas se vuelve importante con el paso del tiempo. Veremos qué pasa en cinco meses. Por ahora no me interesan. Es que debo confesar que estoy cómodo de este lado. A diferencia de ustedes, a mí me sobra el agua, así que no tengo que andar pensando en diques, pozos millonarios ni en que me van a multar por regar un potus, como pasa en Bahía Blanca. Tampoco en si nieva o hacen 30 grados en medio del invierno. A mí lo único que me importa, qué quieren que les diga, es que alguna que otra vez mi mamá se coma un alcaucil.